Autor
Jorge Luis Villanueva Zurita.
Bibliotecario
España
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Transcurridos los años, todavía recuerdo las palabras que la profesora de Bibliografía nos dirigía en nuestro primer día de Carrera: “Si pensáis en haceros ricos, os habéis equivocado de profesión y estudios”. Cabe pensar que la buena profesora se refería a la cuestión económica, acertando de lleno, todo hay que decirlo, pero por otro lado también es menester tener en cuenta otro tipo de riquezas.
Actualmente vivimos, y nadie lo niega, en una sociedad que a mi pesar tiende más y más a una mal llamada y definida globalización, cargada de un alto nivel de relativismo, cada vez más tecnificada, más civilizada y civilizadora, pero más cruel donde, sin embargo la información juega un importantísimo papel, o al menos su control y difusión.
Han pasado los años desde que terminé mis estudios de Biblioteconomía y debo reconocer que por entonces se nos formaba en lo que yo denomino Vieja Escuela, pero a lo largo de mi trayectoria profesional he comprobado cómo ha ido evolucionando mi profesión, que no es, ni mucho menos comparable a experiencias de otras personas, otros países, etc..
Prácticamente formado en el mundo de las Bibliotecas Públicas a la antigua usanza, sin embargo ya se atisbaba algo de lo que sería el inminente futuro: no tanto hablar del soporte sino de la difusión de la información, y más concretamente, de la difusión selectiva de la misma, con lo que conlleva de análisis, clasificación y su posterior puesta a disposición.
Ardua tarea la que se nos encomienda a los profesionales y seria responsabilidad, pero vivimos en un mundo, como he dicho, cada vez más relativo.
Ya desde que lo mencionara Ortega y Gasset en su Misión del Bibliotecario, pasando por los diversos manuales escritos sobre el tema y demás demagogias, resulta que se espera de nosotros un alto nivel de base, es decir, aptitudes necesarias para sintetizar, sentido del método y del orden y, además, unas aptitudes sociales, todo aderezado con un muy buen nivel intelectual.
Por descontado, y como el valor al soldado se le supone, me consta que en la mayor parte de quienes elegimos estos Estudios ya existían estos valores.
Mi pregunta es, ¿de qué manera afecta a esta finalidad la todavía falta de reconocimiento de nuestras titulaciones?. No sucede lo mismo con otras profesiones si no, que alguien me diga quién llevaría a su hijo a un médico, o a una escuela,… en donde le conste que no se cuenta con un personal cualificado.
Bibliotecas ha habido desde siempre, pero desgraciadamente, profesionales cualificados, desde hace mucho menos y ¡claro!, hemos de bregar en una situación ya
enraizada.
O sea, ese nivel demandado en nuestros Estudios, pasa a un segundo plano y, además, tampoco parece que sea necesaria la participación de un profesional especializado en Biblioteconomía y/o Documentación, amén de su reconocimiento económico.
Mi impresión es que en este caos el futuro profesional realmente está en manos de los Documentalistas, formados en la base de la Biblioteconomía y después especializados, los cuales aportan todos sus conocimientos a la nueva era de la información y su difusión, y además pueden dirigir sus expectativas laborales tanto al ámbito público como privado.
Sin embargo, los Centros de Documentación son de un origen más reciente, y por lo tanto más ligados a las tecnologías y conceptos más recientes. Más técnicos y especializados cuentan con personal más técnico y especializado, pero tanto que, a veces ocurre, se valoran para su contratación más los conocimientos específicos propios de donde se va a desarrollar la labor que los documentales.
Pero en ambos casos me viene un punto de pesimismo, y es que la introducción de las nuevas tecnologías, en virtud de hacernos la labor más fácil y, sobre todo, rápida, hace que el contacto diario con el documento fuente sea cada vez más reducido, incluso su análisis, lo cual puede llegar a convertirnos en meros elementos de traslado de ubicación de documentos o datos.
Yo siempre he sido partidario de la creencia de que es posible cambiar las cosas desde la base, es decir, desde la formación del propio ciudadano-usuario, ya que debemos recordar que informar es también formar, para favorecer la creación de mentes críticas reflexivas, y que lo sean en base al conocimiento, del cual nosotros, como especialistas, somos depositarios y difusores.
Actualmente vivimos, y nadie lo niega, en una sociedad que a mi pesar tiende más y más a una mal llamada y definida globalización, cargada de un alto nivel de relativismo, cada vez más tecnificada, más civilizada y civilizadora, pero más cruel donde, sin embargo la información juega un importantísimo papel, o al menos su control y difusión.
Han pasado los años desde que terminé mis estudios de Biblioteconomía y debo reconocer que por entonces se nos formaba en lo que yo denomino Vieja Escuela, pero a lo largo de mi trayectoria profesional he comprobado cómo ha ido evolucionando mi profesión, que no es, ni mucho menos comparable a experiencias de otras personas, otros países, etc..
Prácticamente formado en el mundo de las Bibliotecas Públicas a la antigua usanza, sin embargo ya se atisbaba algo de lo que sería el inminente futuro: no tanto hablar del soporte sino de la difusión de la información, y más concretamente, de la difusión selectiva de la misma, con lo que conlleva de análisis, clasificación y su posterior puesta a disposición.
Ardua tarea la que se nos encomienda a los profesionales y seria responsabilidad, pero vivimos en un mundo, como he dicho, cada vez más relativo.
Ya desde que lo mencionara Ortega y Gasset en su Misión del Bibliotecario, pasando por los diversos manuales escritos sobre el tema y demás demagogias, resulta que se espera de nosotros un alto nivel de base, es decir, aptitudes necesarias para sintetizar, sentido del método y del orden y, además, unas aptitudes sociales, todo aderezado con un muy buen nivel intelectual.
Por descontado, y como el valor al soldado se le supone, me consta que en la mayor parte de quienes elegimos estos Estudios ya existían estos valores.
Mi pregunta es, ¿de qué manera afecta a esta finalidad la todavía falta de reconocimiento de nuestras titulaciones?. No sucede lo mismo con otras profesiones si no, que alguien me diga quién llevaría a su hijo a un médico, o a una escuela,… en donde le conste que no se cuenta con un personal cualificado.
Bibliotecas ha habido desde siempre, pero desgraciadamente, profesionales cualificados, desde hace mucho menos y ¡claro!, hemos de bregar en una situación ya
enraizada.
O sea, ese nivel demandado en nuestros Estudios, pasa a un segundo plano y, además, tampoco parece que sea necesaria la participación de un profesional especializado en Biblioteconomía y/o Documentación, amén de su reconocimiento económico.
Mi impresión es que en este caos el futuro profesional realmente está en manos de los Documentalistas, formados en la base de la Biblioteconomía y después especializados, los cuales aportan todos sus conocimientos a la nueva era de la información y su difusión, y además pueden dirigir sus expectativas laborales tanto al ámbito público como privado.
Sin embargo, los Centros de Documentación son de un origen más reciente, y por lo tanto más ligados a las tecnologías y conceptos más recientes. Más técnicos y especializados cuentan con personal más técnico y especializado, pero tanto que, a veces ocurre, se valoran para su contratación más los conocimientos específicos propios de donde se va a desarrollar la labor que los documentales.
Pero en ambos casos me viene un punto de pesimismo, y es que la introducción de las nuevas tecnologías, en virtud de hacernos la labor más fácil y, sobre todo, rápida, hace que el contacto diario con el documento fuente sea cada vez más reducido, incluso su análisis, lo cual puede llegar a convertirnos en meros elementos de traslado de ubicación de documentos o datos.
Yo siempre he sido partidario de la creencia de que es posible cambiar las cosas desde la base, es decir, desde la formación del propio ciudadano-usuario, ya que debemos recordar que informar es también formar, para favorecer la creación de mentes críticas reflexivas, y que lo sean en base al conocimiento, del cual nosotros, como especialistas, somos depositarios y difusores.
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